¿Adónde van mis palabras?
¿Adónde, mis sentimientos?
¿Para quién hablo, perdido,
perseguido por mis muertos?
En los primeros años del sesenta, la llamada "poesía social" entró en crisis. El cansancio y la proliferación de epígonos acabaron por convertir en un cliché lo que había comenzado como un deslumbrante descubrimiento. El clima de furor y esperanza en que había nacido la primera poesía social se había ido extinguiendo. Sólo volviendo a empezar por donde antes había empezado podría encontrar un nuevo camino y una nueva salida.