La poesía no está en los poemas
Hace diez años que murió el poeta Gabriel Celaya. En realidad, se llamaba Rafael. Tuvo el coraje de rehacer su nombre. Rafael Gabriel Juan Múgica Celaya Leceta renunció a lo que otros habían previsto para él. Cambió su vida, su nombre propio, construyó su propio destino. Se hizo poeta.
Si una década después de su muerte seguimos recordando a Gabriel Celaya, si la Diputación Foral de Gipuzkoa conserva y difunde su legado y Koldo Mitxelena Kulturunea promueve una exposición sobre Gabriel Celaya es, sin duda, por su condición de poeta, y por la alta condición de su poesía. Por encima de los avatares biográficos, de la validez de su figura intelectual y artística, más allá de la riqueza de su legado, lo que perdura, lo que realmente importa y sigue vigente es la palabra de Gabriel Celaya.
Cuando en Tipula recibimos el encargo de concebir esta exposición, pensamos que el verdadero reto que nos planteaba KM era cómo mostrar la palabra poética, cómo trasmitir su fuerza y su importancia. Crear una puesta en escena para la palabra poética de Celaya. Un espacio visual para el encuentro con la poesía de Gabriel Celaya.
El verdadero tesoro de Gabriel Celaya estaba en sus libros. Nos aferramos a la imagen del libro. En el centro de la sala, una estantería recoge y muestra dibujos, cuadros, objetos, manuscritos y, sobre todo, los libros que Celaya editó y escribió.
En las paredes, sobre grandes paneles en forma de libros, se resume la biografía de Celaya. Con sus propias palabras. Son fragmentos de un texto autobiográfico (Historia de mis libros, 1975). Hemos retocado alguno, por razones de brevedad y concisión. Que Celaya nos perdone.
No hay que hacer un esfuerzo especial para leerlos, ni para comprenderlos. Ni para contemplar sus libros, sus objetos y sus documentos de trabajo, expuestos en la estantería. Pero, entre esos textos, arriba, debajo o detrás de las grandes páginas blancas, el visitante va encontrando fragmentos de poemas. Por la manera en que están dispuestos, no todos se perciben con comodidad. Para leerlos, hay que hacer un pequeño esfuerzo.
Estos textos no están a la altura "normal", a la distancia "normal". Hay que dar un paso, hacer un gesto, buscar una posición no habitual y no siempre cómoda. Hay que sentarse, agacharse, alejarse, girarse, pegar el oído a la pared. Hay que salir al encuentro del poema, porque:
La poesía no está encerrada y enjaulada en los poemas. Pasa a través de éstos como una corriente y consiste precisamente en ese (.) contacto y casi cortocircuito entre dos hombres.
Son palabras de Celaya. Dice luego que el "cortocircuito" quema. Y que no perdura la materia verbal, la palabra, sino ese pequeño chispazo, ese cortocircuito.
El objetivo de esta exposición es, justamente, crear en la sala Ganbara de Koldo Mitxelena Kulturunea un lugar propicio para el contacto, el cortocircuito: para esa pequeña quemadura llamada Poesia.
Joxean Muñoz.
Txabi Basterretxea.